
Cuando la Tigresa del Oriente se presto para la foto, jamás imagine que clavaría sus filudas uñas en mi espalda, cosa que no pude notar, hasta que mi esposa por la noche diviso unos dibujos extraños y sangrantes que provenian de mi escultural y dañado torso.
Tal fue el escandalete que recibí en aquella aplacable noche sin fín y fría, sin lograr entender que era lo que había sucedido, ya haciendo un feed back de mi día, pude recordar el pedido que le conferí a aquella dama vestida de felina, para retratarme como recordatorio de mis memorias. Al explicarle esto a mi mujer sin intensiones de salir del paso, ya que ella pensaba que alguna leona atrevida había osado profanar mi espíritu y cuerpo sin escatimar que yo era una persona felizmente casada. La foto fue mi tarjeta de salvación, con ella pude acreditar mis buenas intenciones de aparecer con tremendo personaje ilustre sin más intensión de terner un recuerdo travieso y decorativo en una situación totalmente sana. Para mi buena fortuna la historia no paso a mayores, tan sólo tengo que someterme todas las noches al escrutinio minucioso de mi cuerpo por parte de mi mujer, para librase de alguna duda... Yo no me opongo, alguito gano cuando me sacna toda la ropa...
No hay comentarios:
Publicar un comentario